Significado
del Adviento: Al celebrar la Iglesia el Adviento,
te invita a meditar en la venida del Señor. Esta venida se nos presenta
en tres dimensiones:
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Adviento Histórico.
Es la espera en que vivieron los pueblos que ansiaban la venida
del Salvador. Va desde Adán hasta la encarnación, abarca todo
el Antiguo Testamento. Escuchar en las lecturas a los Profetas,
nos deja una enseñanza importante para preparar los corazones
a la llegada del Señor. Acercarse a esta historia es identificarse
con aquellos hombres que deseaban con vehemencia la llegada
del Mesías y la liberación que esperaban de él.
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Adviento Místico.
Es la preparación moral del hombre de hoy a la venida del Señor.
Es un Adviento actual. Es tiempo propicio para la evangelización
y la oración que dispone al hombre, como persona, y a la comunidad
humana, como sociedad, a aceptar la salvación que viene del
Señor. Jesús es el Señor que viene constantemente al
hombre. Es necesario que el hombre se percate de esta realidad,
para estar con el corazón abierto, listo para que entre el Señor.
El Adviento, entendido así, es de suma actualidad e importancia.
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Adviento Escatológico.
Es la preparación a la llegada definitiva del Señor, al final
de los tiempos, cuando vendrá para coronar definitivamente su
obra redentora, dando a cada uno según sus obras. La Iglesia
invita al hombre a no esperar este tiempo con temor y angustia,
sino con la esperanza de que, cuando esto ocurra, será para
la felicidad eterna del hombre que aceptó a Jesús como su salvador.
Esta celebración manifiesta cómo todo el tiempo
gira alrededor de Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre; Cristo
el Señor del tiempo y de la Historia.
Esquema
del adviento: Inicia con las vísperas del
domingo más cercano al 30 de Noviembre y termina antes de las vísperas
de la Navidad. Los domingos de este tiempo se llaman 1°, 2°, 3°
y 4° de Adviento. Los días del 16 al 24 de diciembre (la Novena
de Navidad) tienden a preparar más específicamente las fiestas de
la Navidad.
El color de los ornamentos del altar y la vestidura
del sacerdote es el morado, igual que en Cuaresma, que simboliza
austeridad y penitencia. Son cuatro los temas que se presentan durante
el Adviento:
I Domingo,
la vigilancia en espera de la venida del Señor.
Durante esta primer semana las lecturas bíblicas
y la predicación son una invitación con las palabras del Evangelio:
"Velen y estén preparados, que no saben cuándo llegará
el momento".
Es importante que, como familia nos hagamos
un propósito que nos permita avanzar en el camino hacia la Navidad;
¿qué te parece si nos proponemos revisar nuestras relaciones
familiares? Como resultado deberemos buscar el perdón
de quienes hemos ofendido y darlo a quienes nos hayan ofendido
para comenzar el Adviento viviendo en un ambiente de armonía
y amor familiar. Desde luego, esto deberá ser extensivo
también a los demás grupos de personas con los que nos relacionamos
diariamente, como la escuela, el trabajo, los vecinos, etc.
Esta semana, en familia al igual que en cada comunidad parroquial,
encenderemos la primer vela de la Corona de Adviento, color morada, como signo
de vigilancia y deseos de conversión.
II Domingo,
la conversión, nota predominante de la predicación de
Juan Bautista.
Durante la segunda semana, la liturgia nos
invita a reflexionar con la exhortación del profeta Juan Bautista:
"Preparen el camino, Jesús llega" y, ¿qué mejor
manera de prepararlo que buscando ahora la reconciliación con
Dios? En la semana anterior nos reconciliamos con las personas
que nos rodean; como siguiente paso, la Iglesia nos invita a
acudir al Sacramento de la Reconciliación (Confesión)
que nos devuelve la amistad con Dios que habíamos perdido por
el pecado. Encenderemos la segunda vela morada de la Corona
de Adviento, como signo del proceso de conversión que
estamos viviendo.
Durante esta semana puedes buscar en los diferentes
templos que tienes cerca, los horarios de confesiones disponibles,
para que cuando llegue la Navidad, estés bien preparado interiormente,
uniéndote a Jesús y a los hermanos en la Eucaristía.
III Domingo,
el testimonio, que María, la Madre del Señor, vive, sirviendo
y ayudando al prójimo.
Coincide este domingo con la celebración de
la Virgen de Guadalupe, y precisamente la liturgia de
Adviento nos invita a recordar la figura de María, que se prepara
para ser la Madre de Jesús y que además está dispuesta a ayudar
y servir a quien la necesita. El evangelio nos relata la visita
de la Virgen a su prima Isabel y nos invita a repetir como ella:
"Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a
verme?.
Sabemos que María está siempre acompañando
a sus hijos en la Iglesia, por lo que nos disponemos a vivir
esta tercer semana de Adviento, meditando acerca del papel que
la Virgen María desempeñó. Te proponemos que fomentes la devoción
a María, rezando el Rosario en familia, uno de los elementos
de las tradicionales posadas, que inician el próximo
día 16. Encendemos como signo de espera gozosa, la tercer vela,
color rosa, de la Corona de Adviento.
IV Domingo,
el anuncio del nacimiento de Jesús hecho a José y a María.
Las lecturas bíblicas y la predicación, dirigen
su mirada a la disposición de la Virgen María, ante el anuncio
del nacimiento de su Hijo y nos invitan a "Aprender
de María y aceptar a Cristo que es la Luz del Mundo".
Como ya está tan próxima la Navidad, nos hemos reconciliado
con Dios y con nuestros hermanos; ahora nos queda solamente
esperar la gran fiesta. Como familia debemos vivir la armonía,
la fraternidad y la alegría que esta cercana celebración representa.
Todos los preparativos para la fiesta debieran vivirse en este
ambiente, con el firme propósito de aceptar a Jesús en los corazones,
las familias y las comunidades. Encendemos la cuarta vela color
morada, de la Corona de Adviento.
Corona
de Adviento:
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Origen.
La Corona de Adviento con sus cuatro velas es un símbolo tradicional
de Alemania difundido por todo el mundo. Representaba el ruego
para que el dios-sol regresara con su luz y calor durante el
invierno. Los cristianos luteranos, al ver en Jesucristo el
origen de la vida y luz espiritual, adoptaron este símbolo para
expresar y vivir su fe en torno a la persona del Mesías.
-
Significado.
El círculo de follaje verde, recuerda la eternidad de Dios y
nos hace pensar en los miles de años de espera del Mesías, desde
Adán hasta su nacimiento y, en la actual espera de la segunda
venido de Cristo. El color verde significa la esperanza de la
vida.
Las cuatro velas que se colocan alrededor, significan la luz
que disipan las tinieblas del pecado, son tres de color
morado, que hablan del deseo de conversión y una rosa que habla
de la alegría vivida con María, por la inminente llegada de
Jesús.
La vela blanca del centro es la Luz de Jesús que con su nacimiento,
viene a iluminar definitivamente la vida del hombre.
-
Celebración.
Es una costumbre que reúne a la familia, pues es allí
en donde se sugiere la celebración. La familia unida hace una
oración en torno a la corona, con alguna meditación alusiva
a las lecturas dominicales; se enciende una vela cada semana
cantando algo que hable de la espera del Salvador. La noche
del 24 de diciembre con las cuatro velas encendidas, se enciende
por último la vela blanca cantando villancicos y se "acuesta
al niño Jesús" en el nacimiento, como de costumbre, desde
luego después de haber leído el Evangelio del relato del Nacimiento
en Belén y de haber hecho una reflexión y oración todos juntos.
Generalmente en los templos se reparten hojas con oraciones
sugeridas para esta celebración.
Nuestra
preparación:
Nuestra preparación no tiene que ser sólo
litúrgica, sino también espiritual y moral. Llama
a la conversión del corazón y a la renovación
de vida.
El tiempo de Adviento no es un tiempo de penitencia
al estilo de la cuaresma, que busca la conversión por el
hecho de conocer el sacrificio de Jesús por nosotros en la
cruz. El Adviento es el tiempo favorable para emprender un cambio
del corazón y para dar un nuevo y decisivo paso en nuestro
caminar espiritual, es conversión como preparación
por la espera de Jesús.
La figura de San Juan Bautista destaca de manera
especial en adviento. Es un compañero ideal, austero y gozoso
a la vez. Su vida fue penitente en grado sumo, pero no resuena en
ella nota alguna de tristeza. Como heraldo y precursor del Señor,
se regocijo al escuchar la voz de Jesús. Este es el único
capaz de sacarnos de nuestra propia complacencia. "¡Arrepentíos,
el reino de los cielos está cerca!", gritaba.
La
venida espiritual
En Cristo, el Hijo eterno, Dios ha aparecido entre
nosotros en forma humana. E intenta entrar en lo más íntimo
de nuestras vidas, a fin de compartir su vida con nosotros. Él
está a la puerta y llama, pero jamás forzará
la entrada. La puerta que da acceso a nuestros corazones sólo
puede ser abierta desde dentro.
Fue San Bernardo quien conectó esta venida
espiritual de Cristo con el Adviento. En sus sermones para este
tiempo habla de tres venidas de Nuestro Señor: su venida
que tuvo lugar ya en el nacimiento, su futura venida en la gloria
y su venida espiritual, que pertenece al presente. De esta última
dice: "Esta venida intermedia es como
la senda por la que pasa de la primera a la última: en la
primera, Cristo fue nuestra redención; en la última,
aparecerá como nuestra vida; en ésta es nuestro descanso
y nuestro consuelo".
Dos
venidas entrelazadas
En Navidad celebramos la venida en un momento
concreto. Esto no plantea una dificultad especial. Pero hay otra
perspectiva, la del futuro, la del retorno de Cristo en gloria al
final de los tiempos. Y aquí pude asaltarnos la dificultad.
¿Cómo hay que armonizar estos diversos aspectos?
Tal vez nos sorprenda y nos preguntemos por la
conexión existente entre la venida de Cristo que aconteció
hace más de dos mil años y su retorno futuro, en una
fecha conocida sólo por el Padre.
Pero si reflexionamos, descubrimos que estas dos "venidas"
están relacionadas entre sí y se complementan recíprocamente.
Se las puede ver como dos fases o aspectos del único misterio
de salvación.
Los padres de la Iglesia, fieles a la Escritura,
no disociaron estas dos venidas, sino que las consideraron conjuntamente
y hablaron de ellas sin separar una de la otra. San Cirilo de Jerusalén
decía: "Anunciamos la venida de Cristo, pero no una
sola -dice-, sino también una segunda, mucho más magnífica
que la anterior". Y continúa con la contraposición
de estas dos venidas: "En la primera venida fue envuelto
con pajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz
como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin mido a
la ignominia; en la otra vendrá glorificado y escoltado por
un ejército de ángeles".
El término mismo "adviento"
admite una doble significación. Puede significar tanto una
venida que ha tenido ya lugar como otra que es esperada aún:
presencia y espera. En el Nuevo Testamento, la palabra griega equivalente
es "parousia", que puede traducirse por venida o llegada,
pero que se refiere más frecuentemente a la segunda venida
de Cristo, al día del Señor.
No podemos proyectarnos a los tiempos del AT,
como si esperásemos todavía un Mesías y un
salvador. La prolongada noche de la espera ha pasado ya. Nos encontramos
en la plenitud de los tiempos. La Palabra se hizo carne y habitó
entre nosotros. Es Emmanuel, "Dios con nosotros". Pero
a pesar de todo esto, la Iglesia continua aguardando y esperando.
Ella espera y ansía la plenitud de la venida de Cristo. El
mundo ha sido redimido, pero la historia de la redención
continúa. Y continuará hasta que Cristo, el Señor,
termine su tarea. El reino de Dios no ha sido establecido aún
de manera plena, y la obra de extender el reino de Cristo en la
tierra tiene que continuar.
Tiempo
de esperanza
La Iglesia es más consciente de que su
esperanza descansa en el futuro. Ella mira hacia delante, hacia
la restauración de todas las cosas en Cristo, a unos nuevos
cielos y una nueva tierra. Sólo entonces alcanzará
ella su perfección plena.
Ciertamente, es muy difícil practicar la
esperanza en los tiempos que vivimos. Muchísimas son las
cosas que militan en su contra: las críticas y ataques a
la fe, los valores morales en declive, el materialismo, la secularización
se vienen a la alza. Hablando humanamente, hay poquísimos
motivos para la esperanza; pro la esperanza cristiana no se basa
en meras consideraciones humanas, sino en la bondad y el poder de
Dios.
Como pueblo de Dios, tenemos que poner lo que
está de nuestra parte para la construcción de un mundo
mejor y para preparar un camino al Señor. Ambas tareas son
inseparables.
"Vigilar y orar"
La vigilancia es una virtud importante, pero bastante
descuidada. Vigilar significa vivir en el pensamiento de la segunda
venida de Cristo. Debería ser una actitud de mente constante,
que gobernará toda nuestra conducta. Una virtud para todo
momento, pero especialmente apropiada durante el Adviento.
Si estamos dispuestos y preparados en todo momento
para servir a nuestros prójimos y a Dios, entonces estamos
practicando la vigilancia; estamos al acecho de Cristo.
Esta actitud de vigilancia no es algo ansiosa,
sino paciente y pacífica; pero es, al mismo tiempo, una postura
de alerta.
"Somos más fuertes cuando esperamos que cuando poseemos.
Cuando poseemos a Dios (o creemos poseerlo), lo reducimos a aquella
pequeña cosa que conocemos y captamos de él, y lo
convertimos en un ídolo... pero si sabemos que no le conocemos
y si esperamos que él se nos dé a conocer, entonces
somos captados, conocidos y poseídos por Él"
Paul Tilich